Ágata McLeod es una joven inventora de dieciséis años que vive en un Londres victoriano en una época alternativa en la que la magia y el steampunk viven en una perfecta sincronía, creando así criaturas mixtas como mujeres gato, criaturas con partes mecánicas, personas con tatuajes mágicos que pueden transformarse en otras cosas, aquelarres de brujas cuervo....Y un asesino que destripa a sus víctimas y les roba el alma con un artefacto.

Conocí el estilo narrativo de Ledicia Costas con su novela Esmeraldina, la cocinera cadáver, una historia para fans de La Novia Cadáver que incluía ilustraciones muy bonitas del estilo de la película. Desde entonces me dije que me gustaría leer más cosas de la autora, por lo que cuando me enteré de la publicación de esta novela, sabía que tenía que leerla. Con esta novela ha ganado el Premio Lazarillo de Creación Literaria de 2017, y no es el primer premio que gana.

El mundo que crea en La balada de los unicornios está orientado a un público más joven pero no demasiado ya que incluye temas oscuros, teniendo en cuenta que el antagonista principal es una reinterpretación adaptada de Jack el Destripador y sus escenas de asesinato son algo gráficas.
El desarrollo de la historia sigue un patrón parecido al que podemos encontrar en novelas como La historia interminable, Alicia en el País de las Maravillas o La niña que recorrió Tierra Fantástica en un barco hecho por ella misma: el protagonista va avanzando por el mundo de fantasía dándose encontronazos con la diferente fauna y personajes peculiares que pueblan ese universo creado por la autora y así el lector va aprendiendo pinceladas de aquí y allí.
Mientras acompañamos a Ágata, iremos también descubriendo la trama desde diferentes puntos de vista, incluído el del villano, observando cómo la lucha del bien y del mal se va consolidando a través de los poderosos personajes que tiene el libro.