Xander es normal, o eso cree. Imagináos su sorpresa cuando su padre le entrega un comic que supuestamente ha dibujado el propio Xander pero no lo recuerda, y trata de explicarle que es descendiente del legendario Momotaro, el niño melocotón de la mitología japonesa. Obviamente, no se lo cree, es algo imposible, pero pronto tendrá que aceptar su destino y aprender ciertas habilidades, pues es el único que puede detener a los que están detrás de una serie de catástrofes que se están sucediendo de repente por el mundo, destruyéndolo.

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Tengo sentimientos enfrentados con esta novela, porque me gustó el giro que se le da a la historia de Momotaro, adaptando incluso a sus tres compañeros (el perro, el mono y el faisán). Encontramos muchos tipos de oni (demonios), amistosos y no, más conocidos (como kitsunes y kappas) y otros menos famosos, y me gustó cómo la vida cotidiana de Xander colapsa con esta isla de mitos.
Sin embargo, tiene un velo demasiado infantil para mi gusto (o para mi edad, quizás) que, a diferencia de Percy Jackson, lo hace una lectura más indicada a lectores muy jóvenes. Ocurren muchas cosas de manera caótica y sin mucha explicación o razón de ser más que la de llevar a los personajes de un lado a otro haciendo cosas y gritando.

Sorprendentemente, el personaje de Peyton, el mejor amigo de Xander, es más complejo de lo que parece al inicio y tiene un buen desarrollo y caracterización, y al final es quien más aprende; lo cual no habla muy bien del propio Xander.
Para estar basada en la mitología japonesa (y ser tan comparada con Percy) es muy light en comparación a la premisa. Sí, conocemos onis, pero poco más.
Antes comenté que estaba recomendada para lectores jóvenes, pero creo que quedaría mejor decir "recomendada para niños (y no niñas)" al tener momentos sexistas tipo "gritas como una chica en una peli de miedo".
Por su parte, el ritmo es tan frenético que ayuda a llevar un ritmo de lectura bastante rápido, desembocando en un pequeño cliffhanger que añadirá algo de intriga por leer la continuación.