Existe un lugar que converge muy cerca del nuestro, donde habitan todas aquellas mascotas que una vez quisimos y pasaron a mejor vida. Este mundo se llama Platelia, y cuando se ve amenazado de verse destruido, es capaz de traer a un niño humano que acuda a salvarles.

En esta ocasión, la llamada ha llegado en forma de llave a Lin Rosenquist, una niña de once años, quien debe encontrar a los dos últimos Hibernalis, criaturas mágicas de aspecto humano que son los únicos con la magia necesaria para crear una Nevada Vagabunda, la cual debe hacerse durante la Noche Vagabunda, que se da cada 94 años, para que la conexión entre Platelia y el mundo humano siga activa. Puesto que Platelia se alimenta de la alegría de los niños al contemplar esta nevada (que se da en el mundo humano), si esta nevada no da lugar, no habrá alegría por parte de los niños y, por ende, Platelia morirá. 

Pronto Lin descubrirá que su llamada encierra más peligro de lo que parece a simple vista y, al verse envuelta en mitad de una antigua profecía, los peligros a los que deberá enfrentarse serán mayores pues habrá quienes traten de actuar en su propio beneficio, el cual no tiene buenas intenciones. Además debe evitar a las peligrosas Pesadillas, criaturas producto de los mayores temores de los niños que viven merodeando la linde segura de la ciudad, esperando el momento propicio para atravesar la barrera protectora y sembrar el caos y la destrucción entre los habitantes de Platelia. 

Una vez en Platelia, Lin se reencontrará con su mascota fallecida, Rufus, un ratón, quien ahora posee casi el mismo tamaño que Lin y es una criatura inteligente. Conforme crezca durante su estancia en este mágico mundo, nuestra protagonista deberá tomar muchas decisiones importantes, sobretodo deberá decidir si merece la pena quedarse junto a su mascota o es mejor volver al mundo humano. 

Desde el principio, La Llave posee ese regusto encantador que recuerda a novelas como Narnia, La Historia Interminable y La Brújula Dorada, y el tema de las mascotas y su conexión con sus antiguos dueños te toca un poco la fibra sensible. Lin, por su parte y pese a ser la heroína de la historia, aunque sea una niña tan joven, es una chica que, digamos, al verse metida de lleno en la aventura y el peligro, con la compañía de su amigo perdido, sabe tomar las riendas de la situación adecuadamente y lidiar con los obstáculos que se le crucen, siempre desde la perspectiva de una niña y con las limitaciones que eso conlleva. 

Los habitantes de Platelia, por cierto, se dividen en dos categorías: los Mascotines, aquellos animales domésticos que siriveron de mascota a sus dueños, y que se dividen en cinco grupos: Felinos, Cánidos, Picos (aves), Cascos (caballos) y Ratas; por otra parte, están los Silvestres, aquellas mascotas menos usuales que pertenecen más a la vida salvaje que la doméstica, como el caso de osos o comadrejas, por ejemplo.

La edición del libro es encantadora, con ilustraciones en la parte superior al inicio de cada capítulo, realizadas por Ian Schoenherr, y con una narración sencilla, ágil y amena, llena de detalles y descripciones, animales humanizados, artefactos mágicos, profecías y terrores. Toda la trama transcurre en una sola noche, por lo que es una carrera a contrarreloj contra las fuerzas que están determinadas a impedir la salvación de su propio mundo.