Hace cuarenta años, cuando nuestro narrador contaba apenas siete, el hombre que alquilaba la habitación sobrante en la casa familiar se suicidó dentro del coche de su padre, un acontecimiento que provocó que antiguos poderes dormidos cobraran vida y que criaturas de más allá de este mundo se liberaran. El horror, la amenaza, se congregan a partir de entonces para destruir a la familia del protagonista.

Su única defensa la constituirán las tres mujeres que viven en la granja desvencijada al final del camino. La más joven de ellas, Lettie, afirma que el estanque es, en realidad, un océano. La mayor dice que recuerda el Big Bang. 

Neil Gaiman nos presenta la primera novela tras unos años, supuestamente escrita para adultos aunque en realidad el protagonista, que es además el narrador, solo es adulto al principio antes de contarnos su historia, por lo que tanto los personajes, como el estilo y la acción, está más orientada al género juvenil, aunque quizás con esa atmósfera o profundidad algo más adulta que podemos encontrar en esta clase de novelas. 

Ambientada en Inglaterra, la historia comienza con nuestro protagonista saliendo de un funeral y visitando a una anciana en su hogar, al final de un camino con un pequeño lago en el lado contrario. La visita a esta mujer será el desencadenante de su historia pasada como niño y su relación como vecinos al principio y amigos después, con la hija de dicha anciana, Lettie Hempstock.

Lettie y su familia, madre y abuela, tienen una particularidad oculta a simple vista. Tienen una visión que va más allá de lo ordinario y pueden ver cosas y monstruos en la realidad y por su verdadera forma.

Cuando Ursula Monkton, la nueva niñera de nuestro héroe (el protagonista no tiene nombre, al menos no uno que el lector conozca), se instale en su casa y sus vidas, estará totalmente determinada a hacerle la vida imposible, así como a cambiar la vida del resto de habitantes del pueblo de una forma que parece hecha por arte de magia. Será entonces tarea de Lettie y del protagonista hacer frente a la gran amenaza que Ursula puede llegar a representar, de formas que son, cuanto menos, ordinarias.

La novela cuenta una historia no muy extensa, con el característico estilo narrativo de Gaiman, realista y con cierto encanto oscuro, enmarcando toda la trama y su desarrollo en una especie de cuento de hadas o fábula algo sombrío. 

Mezclando fantasía con hechos reales que el autor experimentó de niño, la sensación general que queda al terminar la lectura es muy buena. Toda una aventura que vivir y tantos peligros que pueden ocurrir en tan poco espacio, no sólo de páginas sino de escenario dentro de la historia, donde casi todo ocurre en la casa del protagonista, la de Lettie, y el camino entre ellas, y poco más.

El océano al final del camino es una historia sencilla pero muy rica y completa al mismo tiempo, donde se exploran ciertos temas que de niño habríamos visto con otros ojos y para los que es necesario crecer para poder apreciar el verdadero sentido. Magia extraña, oscura y poderosa, monstruos de diversa apariencia y un lago con patos tan grande como un océano.