Sinceramente, pensaba que Los Vivientes iba a ser un solo libro, y me emocionaba la idea de saber cómo el autor iba a meternos en materia y resolver los misterios que se crean junto a los personajes y los desastres naturales en menos de 400 páginas. Al final resultó que hay, al menos, un libro más, pero fue la idea de saber que iba a terminar todo cerrado, además de la forma tan intrigante en la que estaba todo contado, lo que me hizo pasar página tras página, deseando llegar al desenlace. A pesar de sus varios misterios por resolver, fue una lectura rápida y trepidante.

La primera mitad del libro, y quizás un pelín más, está ambientada en un crucero de lujo, donde Shy, nuestro protagonista, está trabajando en el verano para ayudar a su familia económicamente. Con un escenario donde estás tan alejado de la civilización y tienes esa quemazón interna de que sabes que algo malo puede pasar, al final algo acaba pasando.

Todo comenzó una noche cualquiera, cuando un pasajero comienza a decirle cosas sin sentido a Shy tras darle una generosa propina. Momentos más tarde, saltará por la borda y Shy no habrá podido hacer nada para salvarle, a pesar de que lo intentó. Días más tarde, un misterioso hombre vestido de negro está registrando el barco y haciendo preguntas sobre Shy, quien ya tiene suficientes pesadillas y problemas no sólo por la culpa que siente por no haber podido hacer nada por el hombre, sino porque en su casa su familia está teniendo problemas con una rara y devastadora enfermedad llamada el mal de Romero, la cual ya acabó con la vida de su abuela hacía poco. 

Por si todo eso no fuera suficiente para llevar al límite a un adolescente, el Big One, el mayor terremoto jamás sufrido, que se sale incluso de la escala Richter, arrasa con San Francisco y varias ciudades colindantes. El tsunami provocado a causa de ello se llevará por delante al barco.

Hay caos por todas partes. Hay mucha sangre y dolor. Los supervivientes solo tienen a su alrededor toneladas de vasto océano. Y tiburones. Y una misteriosa isla.

La narración me ha gustado bastante, pues sabe cómo mantener el suspense y la tensión en los momentos en los que hace falta, y lo detalladamente descriptiva que es a veces hará que te sientas parte de ese desastre natural. Es interesante acompañar a Shy a través de su trabajo para asistir a los supervivientes de la catástrofe mientras no deja de pensar en si su familia habrá sobrevivido al terremoto en San Diego. Toda la trama de tensión, intriga, romance, misterio y escenas de supervivencia que te dejarán sin aliento, convergerán en una conspiración en la que están involucrados la rara enfermedad de Romero, uno de los pasajeros y esa isla, la cual Shy pensaba al principio que sería su salvación.